La raíz de casi todas las enfermedades está en nosotros mismos:
- en nuestra manera de afrontar los cambios,
- en nuestra manera de ver la vida
- las situaciones que nos ocurren
- en como interpretamos aquello que nos ocurre
- y que actitudes y determinaciones tomamos con lo que nos ocurre.
Todas estas posturas antes las circunstancias, nuestro entorno en el que nos ha tocado vivir y el modo en que respondemos ante ellas, es la clave y el verdadero origen de la mayoría de las enfermedades.
Cuando estamos sanos nos recorre la fuerza vital, forma una estructura armónica y se despliega en nosotros en forma de acciones, pensamientos y emociones armónicas.
Sin embargo si se sufre algún impedimento o bloqueo, esta energía de vida se acumula o bloquea, volviéndose inarmónica y destructiva.
Es como el agua retenida en su libre flujo, forma turbulencias, presiona por salir y se vuelve aniquiladora.
De la misma manera se modifica la manifestación de la fuerza vital en un organismo bloqueado.
Su acumulación provoca en determinados puntos psicosomáticos dolor, erupciones e inflamación, hasta que se elimina ese impedimento.
El organismo reacciona creando algo parecido a un drenaje (en forma de excreciones o reacciones de todo tipo).
Si el organismo no puede crear ningún drenaje, aparece un exceso de presión que lo destruye, en forma de males de todo tipo incluido tumores u otra forma de manifestación.
Pero esas degeneraciones no tienen lugar solo en el cuerpo, sino que pueden presentarse a todos los niveles: como exceso, bloqueo de los sentimientos, confusión mental y pérdida del sentido vital.
La totalidad de nuestra vida da testimonio del modo en como transformamos esa fuerza vital, construyendo y de manera armónica, o destruyendo y sin armonía.
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